¡Me gusta el sexo! by Roser Amills

¡Me gusta el sexo! by Roser Amills

autor:Roser Amills [Roser Amills]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788449328824
editor: mkepub.blogspot.com.es
publicado: 2013-10-16T16:00:00+00:00


¿Rutina? Reflexiones sin buscar culpables

LA vida es como los espejos, sonríele y te sonreirá. Ponle mala cara y te parecerá siniestra. Hoy vas a atender a una posibilidad o vas a constatar tu situación actual, según sean tus circunstancias, en cuanto leas lo siguiente: «Es una ley inexorable, en la vida sexual, la acción anafrodisíaca de la costumbre». Lo escribió Gregorio Marañón hace ya unos cuantos años y pone en su lugar todo eso de «al principio todo era tan bonito». Algo falla si cada día hacéis lo mismo. Aunque no apetezca reconocerlo.

Noviazgo, diversión sin fin y sin sentimientos de culpa, convivencia cómplice, proyectos de futuro. Todo nuevo y excitante. Poco a poco, y sin saber muy bien por qué, las mariposas del estómago echan a volar, el aburrimiento se ha ido apoderando de la vida en común. ¿Reconoces este escenario?

Cada vez menos tiempo para conversar, para compartir puntos de vista. Menos ganas. Menos risas. Más obligaciones, rutinas, tensiones y susceptibilidades. Y un día te preguntas, cuando tienes un respiro entre una discusión y la siguiente: ¿Cómo es posible que hayamos caído en esto?

Lo que te está ocurriendo se llama insatisfacción prolongada. Ya nada es como antes, los intereses de ambos se han ido alejando entre sí, y el misterio y la novedad se han visto reemplazados por los desacuerdos y diferencias. No es irreversible, y para solucionarlo… actívate tú, pon de tu parte: ¿qué mejor autoayuda que una fantasía erótica? Aunque sea a solas, ya te sentirás mucho mejor. Te debes reinventar por muchos obstáculos que pienses que hay. Django Reinhardt, el guitarrista, perdió dos dedos en el incendio de su caravana. Pero no dejó de tocar la guitarra, sino que inventó un nuevo estilo con su peculiaridad.

Las discusiones, en cambio, son una opción nefasta. Mucho mejor que te apliques unas dosis de serenidad a granel. Parece difícil cuando estás crispada, pero si lo piensas bastará con que te lo propongas. La vida es una, y por poco que puedas, de vez en cuando comprueba el poder de la serenidad y cuando te encuentres en una situación de nervios o con una pareja ansiosa y asustada, respira despacio y profundamente, relaja tu rostro, deja descansar la vista sobre un punto alejado, afloja la mandíbula y trata de dejar que todos perciban tu bienestar y serenidad.

Sin decir una sola palabra, estarás ayudando al otro y, en vez de unirte a su estado nervioso, modelarás su relajación a través de la tuya. Compruébalo: la serenidad es contagiosa y para lograrla bastará con que aprendas a conectar con lo que sientes sin hacer trampas; sintiéndote bien contigo misma.



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